24 agosto 2006

I.I. - Página 67

“...En las penumbras eléctricas del borde del día, se oyó un pensamiento:
-¿Reiniciar el proceso...el bálsamo a tanta tumba seguida?
Un pensamiento que, seguramente, provenía de aquella charla con ella, aquella noche en el Viaducto.
En el cenit de mis especulaciones, la misma nube de aquellas causas volvió a pixelarse, en un contrasentido a las leyes del caos. Para calmar las aguas de mi status quo lógico, aquel cúmulo de tóxicos suspiros, devino en formas no previstas.
Sus largas uñas coronaban los largos y flacos dedos de las largas y flacas ambas manos arrugadas.
Con un soberano movimiento, decretó la derecha:
- El deseo ya no te resiste.
Tu nueva motivación se llamará...
Algo se deglutió la izquierda. Y quedé parapetado, parpadeando con mi ojo de cursor.
El Señor (o Señora) de los Nudillos de Tótem era hábil.
Acababa de someterme a la duda.

Grande fue la sospecha, grande la desazón.
Ni siquiera ella era de verdad. Ni siquiera aquella, ni esa, ni su idea de que lo cíclico era el palo atravesado en los rayos de la rueda, con que el registro catastral divide al Cementerio.
¿Con qué autoridad revestiría «tuve nombres que marchitaron» ante quien digita las estaciones?...”
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