09 septiembre 2007

I.I. - Página 99

"...Entré al camping. Arreglé la estadía. Y me fui a elegir un promontorio. Desplegué mi equipo y me senté. A mirar.
La luz levitaba a centímetros. Como si temiera recostarse en la rudeza de los yuyos, su dignidad vertical. O como si, conciente de su espeso transcurrir, no quisiese quebrar (ni doblar) la realidad angulosa de la Patagonia.
Una llaga gótica, pensé. Y se me dio por empezar un fuego.
Para pasar la noche.

A medianoche apareció ella. Mi vecina de promontorio. Mate, café, o té. Necesitaba.
Le di café.
- ¿No te queda té?.
- ¿Quedarte?.
- Bueno.
- ¿Me cebo unos amargos?.
- Claro, lo dulce crea sebo.

La ronda transcurrió, de a jaques en sorbos. Cada escaque patagónico tiene 10 kilómetros cuadrados. Eso potenció la percepción de conjunciones astrales favorables (en un centímetro cúbico, una estrella es un negocio redondo). ..."
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