17 noviembre 2007

I.I. - Página 76

“...
Subía el kirsch de cerezas hacia sus labios morados.
Estaba esperando algo que redunde verde.
A kilómetros de distancia, en la otra punta del bar
convirtió en aleteo al frac del pianista
que se sentó, sin notarlo.
¿Cómo explicarles que era impúdicamente bella
sin que deseen poseerla?
La ronca voz se acopló a sus pienso nada:
«Tenés párpados que tiemblan
en plural, el plural de la tierna premura.
Una montaña también espera
y así desnuda
esperás al Sol».
Sobre el flaco vaso con un resto de lago
hubiese querido contemplar su ocaso
(condenada como estaba
a amanecerse constantemente).
Cerró sus ojos en Sol Mayor.
Inclinó la cabeza
y fue alejándose el plano con que recuerdo esto
hasta ser el punto carmesí,
el led de la radio que estoy mirando.
...”
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